El pasado 3 de febrero, el claustro de profesores del colegio Jesuitinas tuvo la ocasión de contar con la presencia de un invitado especial, Héctor Ruiz, neurobiólogo autor de títulos como Conoce tu cerebro para aprender a aprender y ¿Cómo aprendemos?. Una aproximación científica al aprendizaje y la enseñanza. Además es director del International Science Teaching Foundation y muy conocido por sus “hilos sobre aprendizaje” en twitter (@hruizmartin).
En la sesión, el experto en psicología cognitiva abordó un aspecto esencial en el proceso de enseñanza aprendizaje: el feedback al alumnado. El feedback o retroalimentación constituye un elemento educativo básico en el que el docente proporciona al estudiante información sobre su desempeño. Pero es necesario reflexionar sobre cómo facilitar un adecuado feedback al alumnado que le ayude a lograr el objetivo de alcanzar unos aprendizajes profundos, permanentes y transferibles.
Héctor Ruiz explicó que es un instrumento que el docente ha de manejar con sumo cuidado al provocar efectos no únicamente cognitivos o metacognitivos, sino también emocionales. Por consiguiente, han de valorarse cuidadosamente el qué, el cuándo y el cómo proporcionar estos feedbacks si se quiere conseguir que estos resulten eficaces para el alumnado.
Precisamente, y esta fue la tesis principal del autor, para medir la eficacia del feedback hay que partir de una pregunta previa: ¿cómo interpretan los alumnos el feedback? La respuesta a esta cuestión viene dada, según Ruiz, por lo que denomina “cultura de aprendizaje” previa del alumnado. Esta expresión remite al conjunto de creencias que el alumnado (y su entorno más cercano) posea acerca del valor otorgado al aprendizaje, a su funcionamiento y a su “autoconcepto” en tanto que “aprendiente”.
En esta línea, aclaró el papel que ha de representar la motivación (existencia de un motivo) en el proceso. Según el neurobiólogo, hay una serie de factores que modulan la motivación, los fundamentales residen en las expectativas que el alumnado tenga de obtener un resultado y en las relativas a su eficacia como aprendientes. Estas últimas dependen de la interpretación de las experiencias previas y en lo que, en el marco de la teoría de los Mindsets la autora Carol Dweck llamó “mentalidad fija y de crecimiento”. Dweck afirma que hay dos categorías (mentalidad de crecimiento versus mentalidad fija) que pueden agrupar a los individuos según su comportamiento, específicamente por su reacción al fracaso. Los que tienen una “mentalidad fija” creen que las habilidades son en su mayoría innatas e interpretan el fracaso como la falta de las habilidades básicas necesarias, mientras que los que tienen una “mentalidad de crecimiento” creen que pueden adquirir cualquier habilidad dada siempre que inviertan esfuerzo o estudio.
El otro factor que modula la motivación es el valor otorgado al aprendizaje. De hecho, la confluencia del binomio valor/expectativas condiciona el ambiente de aprendizaje motivador, esto es, aquel en el que el alumnado confiere valor al aprendizaje y posee altas expectativas de logro. Conseguir este ambiente debe ser, sin duda, uno de los objetivos que han de perseguir los educadores.